El Campo de San Francisco, el pulmón verde de Oviedo, es un espacio con nueve siglos de historia que esconde un arco románico, un roble de 400 años y un célebre calendario de césped.
Con 90.000 metros cuadrados y 127 especies de árboles, este parque es un museo al aire libre con esculturas como la de Mafalda, San Francisco de Asís o José Tartiere.
El Campo de San Francisco es el emblema verde del centro de Oviedo. Con sus 90.000 metros cuadrados, equivalentes a nueve campos de fútbol, este parque es un lugar de paseo entre tilos, castaños de indias, arces y plátanos. Además, funciona como un museo al aire libre con esculturas dedicadas a figuras como Palacio Valdés, San Francisco de Asís o José Tartiere.
Su origen se remonta al siglo XIII, cuando los padres franciscanos llegaron a Oviedo y establecieron una huerta en la zona. La licenciada en Geografía e Historia y Guía Turística, Regina Buitrago, explica que este espacio fue parcelándose entre particulares y el cabildo catedralicio hasta que, en 1534, por iniciativa municipal, se convirtió en un espacio de uso público.
Un parque que a pesar de su fama es en parte un gran desconocido, con una historia viva que ha evolucionado al ritmo de los nuevos tiempos.
Uno de los elementos históricos más llamativos es el arco románico de la desaparecida iglesia de San Isidoro. Esta iglesia, una de las tres parroquias más antiguas de Oviedo junto con San Tirso el Real y San Juan el Real, fue demolida en 1923. Su advocación fue transferida en 1770 a la antigua iglesia de San Matías, ubicada en la Plaza del Ayuntamiento.
El parque ha sido testigo de la evolución de la ciudad. En el siglo XIV se canalizaron arroyos y se trazaron caminos. Fue escenario de prácticas militares en el siglo XVI y de celebraciones religiosas. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX, con el trazado de calles como Marqués de Santa Cruz y Uria, cuando comenzó a adquirir su imagen actual.
A finales del siglo XIX, el Campo viró hacia un estilo de jardín inglés. Se incorporaron fuentes, rotondas, estanques y paseos emblemáticos como el de Los Álamos, decorado con un mosaico en el suelo obra de Antonio Suárez. Este cambio marcó la transición hacia el espacio de esparcimiento que conocemos hoy.
Sus esculturas, repartidas por todo el parque, conforman un museo al aire libre único, con piezas que van desde homenajes a ilustres hasta la entrañable Mafalda.
El conjunto escultórico es uno de sus grandes reclamos. Entre las piezas más destacadas se encuentran:
- La estatua de José Tartiere, industrial y benefactor.
- La Torera, una escultura de una fotógrafa con un caballito de bronce muy popular entre los niños.
- La estatua de San Francisco de Asís, una copia de una obra de Pedro de Mena.
- La escultura de Mafalda junto al estanque de los patos, en honor a su creador, Quino, premio Princesa de Asturias en 2014.
La riqueza botánica es otro pilar fundamental. De los 90.000 m², 55.000 están dedicados a 127 especies diferentes de árboles y arbustos procedentes de los cinco continentes. Entre las especies más destacadas se encuentran:
- Un carbayo o roble de unos 400 años, ubicado en el Paseo de la Herradura.
- Plátanos de gran altura.
- Cedros libaneses.
- Más de una decena de especies típicamente asturianas.
Un elemento que capta la atención diaria de los visitantes es el singular calendario de césped ubicado en el Paseo de los Álamos. Según revela Regina Buitrago, el actual data de 2011. Los números son moldes de césped que los jardineros del Ayuntamiento de Oviedo mantienen, riegan y abonan en el vivero del Parque de Purificación Tomás, colocándolos manualmente cada día para actualizar la fecha.
El Campo de San Francisco es, en definitiva, un espacio donde conviven siglos de historia, arte público y naturaleza. Un símbolo vivo de Oviedo que ha sabido adaptarse a los tiempos, desde sus orígenes como huerta franciscana hasta convertirse en el querido pulmón verde y centro social de la ciudad.